Tenía veinte años. ¿¡Poco es eso!
Pero menos aún si en ese poco
no se ha podido ser un tanto loco
entre vino, ilusión, amor y beso.
No supo más de la blanca almohada
para descanso de su pensamiento.
Tuvo un cielo de cal sin sol ni viento
y una novia de luna imaginada.
Hizo versos de enfermo. Tristemente,
breve romance y vida sin rastrojos,
lo fue venciendo la melancolía.
Y una mañana azul, calladamente,
un ángel vino y le cerró los ojos.
Y se murió como una poesía.
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