Cuando pagaban los sueldos con cheque en la Pereyra, cuatro profes nos ofrecíamos a cambiarles sus cheques, en una ocasión me tocó ir y tengo la costumbre de contar y en este caso fue contar el que la cajera, velozmente, lo iba sacando de un fajo de billetes y yo creí que se había equivocado, y lo que hice fue pararme a un lado de la conté y, sí, sí se había equivocado; esperé a que atendiera al cliente que atrás atrás de mi y le dije a la cajera:
-Perdone, señorita, pero se equivocó al contar.
La muchacha me miró muy seria y dijo con voz firme:
-Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada después de haberse separado de la ventanilla.
La vi directamente a los ojos, le sonreí y le dije:
Ah, qué bueno porque me dio un billete de 500 de más.
La expresión de la cajera cambió de firme a tierno y tendiendo su mano lentamente me pidió:
-¿Me deja contarlo?
Lo hizo y aquella expresión de firmeza se convirtió en una expresión de tierno agradecimiento.
Cuando conté en el recreo lo sucedido, los profes me calificaron d pendejo porque los bancos nunca pierden, pero en este caso tampoco, pues los 500 pesos le serían pagado con su sueldo y simplemente al pensar en eso fue lo que me hizo a cumplir como cristiano.
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Gracias por sus anécdotas, mi querido profesor. Soy NIMUE
ResponderBorrarJajajaja le han de haber bajado los colores
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