Sutil, con tu sonrisa tranquilizante,
tu voz cálida y acariciante
como una calma vespertina
calman las tormentas que me agobian.
Apoyas la ovalada y sonrosada perla de tu cara
sobre mi pecho y las angustias se duermen.
Un silencio que sólo es roto
por el acompasado latir del corazón.
En la penumbra la sinuosa línea
del perfil de tu cuerpo
invitan a mis manos a deslizarse
muy lentamente
por el tibio alabastro de tu piel.
Angustias y todo lo malo de lo humano desaparece.
Tienes la magia de embellecer todo lo que te rodea,
de llenarlo de vida,
hasta a mí, que tanto tiempo he acumulado,
haces que mi sangre se agite
y que del fondo del infinito
brote un sentimiento puro
y, a la vez, intensamente apasionado.
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