Cuando fui niño admiré a los hombres, ahora que soy viejo sigo admirándolos,
pero más admiro a los niños que siguen enseñándome a admirar y sorprenderme
de las cosas pequeñas que los hombres no ven.
Política, dinero, poder, fama ¿para qué?
Por eso admiro a los niños que descubren la vida en una hormiga, en una flor,
en una nube, en una gota, en la luna, las estrellas y todo los transforman
con la magia de su imaginación.
Una escoba es un corcel, una caja de cartón es un avión; sus canicas su tesoro,
cada cosa es lo que ellos quieren que sea... y mucho más.
Por eso lo tengo todo, porque he aprendido llegar a viejo y haber dejado de ser niño.
¿Inmaduro? ¡No! ¡Sabio y feliz!
A viajar leyendo; a crear leyendo; aprender leyendo, aprendiendo a decir. No sé.
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