Me gusta el sabor de vivir,
es un sabor fuerte muy condimentado.
No me gusta lo insípido,
un amor dulce, sin que empalague;
ardiente, sin que queme;
amistades como el vino: añejo y reconfortante,
trabajo que me guste, que disfrute haciéndolo;
y de postre una familia cálida y estimulante,
además suave, como la fruta madura.
A veces la vida es un infierno,
pero eso no se lo pongo yo,
es obligado y forzoso,
eso lo pone el gobierno.
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