El vuelo de la palabra deja invisibles turbulencias que agitan el alma.
La palabra, siempre alada, vuela ligera elevándose tratando de llegar al cielo de la poesía.
Imposible tener cautiva a la palabra, ese libre como su alma: el pensamiento.
La palabra agua, la que fluye suave como manantial o fuerte como torrente impetuoso que al final deja el limo que permite el florecimiento de una nueva vida.
La palabra manantial que calma con su suavidad y transparencial al espíritu.
La palabra viento que, como el agua, puede ser brisa o huracán, pero siempre es vida; podrá ser tormenta, pero luego vendrá la calma.
¿Qué somos? Eso: aves, agua, viento y también fuego que calcina o purifica; somos tierra que es de donde vinimos y a donde, el final, regresaremos.
Eso somos: palabra-pensamiento, pensamiento-palabra inseparable dualismo que forma el ser.
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