Llegó el adiós,
un adiós inexorable como el tiempo.
Lo sabía y a pesar de ello
mucho me dolió.
Los adioses son como pequeñas muertes,
algo dentro de nosotros muere
y la herida que queda
para siempre duele... duele.
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Mis dedos, dagas de ansias,
ya no se hundirán en el trigo de tu pelo;
mis cansados ojos
ya no reposarán en el lago de los tuyos.
Mi ser ya no es sin ti
y duele saber que tú
seguirás igual sin mí.
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