Eres el mar y la arena.
El mar de las playas lejanas
y la arena del desierto en el que vivo.
Eres el fruto rojo y dulce
que brotó de la flor delicada,
flor que nació en el cacto de mi alma.
Nací cubierto de espinas;
espinas no para lastimarte,
sino para protegerte y cuidarte.
Soy como el agave de mi tierra
que tarda años en crecer
y cuando sus múltiples brazos están fuertes,
brota del centro el delgado cayado que florece
y entrega su candelabro pletórico de flores
para que alimentes tu vida con mis mieles
y quedes satisfecha, vivificada y plena.
Moriré cumplida la misión de alimentarte
con el añejo néctar de mis flores.
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