Antagonismo brutal del presente con el anacronismo de mi alma.
Siempre tarde por creer que el tiempo es estático.
Tarde, como siempre, me doy cuenta que los años
han dejado su huella,
pero mi alma sigue estremeciéndose
y mi sangre hierve ante ti ¡mujer!
Ahora mi ruego es la ridícula expresión de la agonía,
los grises celajes de un ocaso al atardecer.
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