martes, 3 de mayo de 2022

Anécdota.

 Don Carlitos, ese hombre del que ya les he platicado, tenía carisma, aquella seriedad con la que platicaba lo que había vivido, es imposible olvidarlo -ni quiero olvidar-, sus charlas eran muy serias y así como ya escribí algunas, recordé   otra que aunque no fue de la revolución, deja de ser amena.

Preparó su cigarrito de hoja, la humedeció con su lenga para hacerla más flexible y luego de vaciar tabaco de la "chiva", la cerraba jalando de un hilo que sostenía con los dientes en un extremo, lo encendía, daba una buena bocanada, se atusaba el blanco bigote y dijo:

-Una vez venía por el cerro de Santiago cuando de entre las piedras se me apareció el diablo -hizo una breve pausa y dar una fumada a su cigarrito y esperaba la consabida pregunta de mi parte:

-Le  dio miedo? 

Hizo un gesto despectivo y dijo:

-Achis, claro que no me asustó, de inmediato saqué la reata y le aventé una mangana y lo apretè en la cabeza de la silla y me lo traje amarrao -daba otra fumadita y de nuevo intervine muy interesado;

-Y dónde lo tiene?

-Hombre, pos no lo vas a "crer", pero cuando íbamos llegando a la estación me quemó la reata y juyò por entre los mezquites.

Entornaba los ojos, echaba su cabeza hacia atrás cerrando los ojos y cruzaba los dedos de sus manos sobre su voluminosa barriga y descansaba.


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