Muchos añoran el sol y yo lo tengo a raudales.
Una luz blanca y un calor que incinera.
Es tanta su luz que me ciega,
la arena es un espejo en mi desierto,
es el calcio del esqueleto
de un mar hace años muerto.
Aquí no existe el gris, o todo o nada,
por eso no hay eufemismos que dornen la verdad,
a veces cruel y despiadada.
La retórica se la llevó el viento.
Mi palabra es sec
como el cauce del pagado río.
En la noche siembro letras
regadas con melancolía
esperado en vano
que florezca la poesía.
X X X
Chingos de sol
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