Eres como el sol de mi tierra:
luminoso y ardiente;
también eres como la sombra:
fresca y reconfortante.
En el páramo en que vivo
tengo un mar: el de tus ojos
y en ellos navego dulcemente.
Tu cabello tiene los matices de la tarde
y tu piel la blancura de la luna.
En mi alma se oye el canto de tu silencio
acompañado de la armonía de tu sonrisa
y mi alma se duerme tranquila.
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