Ante un piano viejo y deteriorado, el hombre joven se sienta ante él con el mismo respeto que si se tratara de u propio y preciado teclado.
Las teclas amarillentas y negras, al conjuro de su caricia cantan.
Sí, su sonido o tiene la pureza de antes, pero la melodía cobra nuevos matices y el piano responde agradecido a la caricia del artista.
Él sabe de las inclemencias del maltrato y sus dedos se deslizan en arpegios que disimulan el sonido de cuerdas rotas y la música brota delicada y bella y el viejo piano agradece que le saquen de él lo bueno que aún tiene.
Tras escucharlo, le pregunto que cómo puede sacar tan bellas melodías.
El joven artista sonríe y contesta: "No soy yo, es usted que sabe comprender que, aun viejo y deteriorado, el piano responde a quien, con amor, sepa acariciarlo. Yo sé que dentro del alma queda un sentimiento que comprende el deterioro del tiempo".
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