El camino de la vida lo describe Dédalo mostrándonos ampliamente la entrada y luego somos atraídos por los pasajes, todos similares, pero la curiosidad nos atrae, cada esquina, cada vuelta nos va llevando hasta que perdemos por completo la entrada y es ahí, precisamente, donde reside su belleza.
Caminamos y caminamos tratando de encontrar la entrada y nos perdemos más y más, porque no se trata de volver, sino de seguir hasta encontrar la luz al final del laberinto de la vida.
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