El enhiesto heraldo,
señorial y gallardo, anuncia el paso del tiempo
con el suave sonido de sus campanas.
Cuántas veces las he escuchado
y nunca me he cansado.
Sentado en una banca de roca
bajo la catedralicia sombra de árboles añejos,
dos sólidas torres flanquean el templo,
anunciando "ángelus" que reverentes
escuchamos los viejos..
Mis ojos no se cansan de ver
lo que siempre han visto,
las viejas casonas que son historia,
mi historia,
sin episodios heroicos, ni sangrientas batallas,
esas fueron antes que yo.
Ya no hay ejércitos enemigos
ahora todos los que pasan son amigos.
Aquí quiero quedarme para siempre,
no en el panteón, ni ataúd metálico o de cedro,
sólo arrojen mis cenizas en la plaza
de mi querido pueblo de San Pedro.
XXX
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