domingo, 11 de enero de 2015

Los cascos del desbocado caballo de la memoria sacan chispas de las piedras del pasado, chispas que queman y causan ámpulas llenas de lágrimas. Halo la rienda, pero el caballo ha mordido el freno y nada lo detiene, tengo que dejarlo correr y correr hasta que reviente.  (11-1-15)

Cuántos añoran el sol y yo lo tengo a raudales. Una luz blanca, intensamente blanca  y un calor que incinera. Es tanta su luz queme siega, la arena de mi desierto es el calcio del esqueleto de un mar hace mucho tiempo muerto. Aquí no existe el gris: o todo o nada. Por eso hay eufemismos que adornen la verdad, a veces cruel y despiadada. La retórica se la llevó el viento. Mi palabra es seca como el cauce de mi apagado río. En la noche siembro letras regadas con melancolía esperando en vano que florezca la poesía.

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