Está loco! Dicen los cuerdos, los que callan sus deseos, los que juzgan, sentencian y ejecutan frente a una humeante taza de café.
Loso por ser feliz, por conmoverse ante la mirada de una mujer o extasiarse con el vuelo de un pájaro o embelesarse con un insecto libando de la flor.
Loco por no engolar la voz con comentarios sobre política corrupta, por no despreciar a las prostitutas ni asquearse ante el miserable.
Loco por disfrutar de un ingenioso juego de palabras; loco por soñar, por tener fe en el futuro, por creer en la juventud.
Loco por enternecerse al ver a un niño el los brazos de su madre; loco por acordarse de los presos injustamente condenados, de los desahuciados, los alcohólicos y por otros locos.
Loco por no ponerle precio a sus convicciones ni a las personas.
Loco por creer que el que se vende no vale.
Loco por no rendirle culto a Creso, pero sí a Terpsícore, Erato, Euterpe a Polimnia...
Loco por querer cabalgar con el Gran Loco.
¡Ah, qué hermosa locura!
Cuánta lástima siento por los cuerdos.
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