Las percusiones redoblan y el piano se desgrana
con un ritmo cadencioso, es imposible no sentir,
no desear convertirse en parte de la música..
Una comunión de tres: música, ella y yo;
una trilogía fundida al vaivén del crisol de los sonidos
que incendian y no queman, sólo funden en armonía cadenciosa
¡el danzón!
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