En mi existencia lo bello ha sido efímero como la vida de una luciérnaga, esa estrellita voladora sólo vive una noche y es suficiente para ser inolvidable a quien la vio; nunca he olvidado los cocuyos que vi en mi infancia, allá en esa tierra del norte donde los pinos crecían frente a la entrada de la casa; fueron sólo unos días de vacaciones cuando era niño y a pesar de tanto tiempo transcurrido no los he olvidado.
El cocuyo de nuestro amor lo revivimos a diario porque el tiempo no se acumula , simplemente pasa y el ayer es historia así como lo será este hoy mañana.
Nuestro amor no es la hoguera que funde, sino la luz que guía. Una chispa es suficiente para seguir calentando nuestros corazones en este breve instante de apenas algunos millones de segundos.
El amor nunca es largo, siempre es breve -como hermosamente lo dijo el insigne poeta Ricardo Neftalí Reyes Basoalto- a diferencia del olvido que es tan largo.
Sigamos amándonos otros minutos más hasta el último sístole.
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