Fetidez de fermento y perfume barato;
la amargura apoyada en la palma de la mano
y la vista perdida en un en un infinito dea vacío.
Palabras soeces entrecortadas por la embriaguez
suenan indiferentes en oídos que no escuchan.
Las abstractas figuras en el aserrín del piso,
trazadas a cada paso y en cada compás
mientras la mano se desliza más y más
hundiendo los dedos en la carne blanda,
impudicia y lubricidad en ofertas de clausura.
Los vinos adulterados como todo y como todos,
queman gargantas y estimulan los ánimos,
pintando más la máscara que esconde a la verdad,
verdad insoportable como el submundo donde habita.
Remedos de hombres y mujeres, carcajadas falsas
como ecos de los apodos y epítetos crueles.
Se abre de golpe la persiana para caer en la sordidez
de la calle y abrazado de un poste que derrama
una luz amarillenta
un hombre llora.
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