El camino de la vida lo traza Dédalo
mostrándonos ampliamente la entrada
y somos atraídos por los pasajes,
todos similares, pero la curiosidad nos atrae,
el interés por saber qué hay;
cada esquina, cada vuelta nos va llevando
hasta perder por completo la entrada
y es ahí donde reside su belleza.
Caminamos y caminamos tratando de encontrar la entrada
y nos perdemos más y más,
porque no se trata de volver, sino de seguir
hasta encontrar la luz al final del laberinto de la vida.
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