sábado, 25 de febrero de 2017

La soledad.

Haber trabajado en escuelas durante muchos años aumentó mi afición por el silencio y la soledad. Ir con un grupo de amigos a excursiones me iluminaban el alma. Las pláticas alrededor de una fogata contando anécdotas verídicas, otras inventadas, pero todas muy amenas.
Los años pasan, muchos amigos se fueron y otros, por razones de salud o vejez, no nos frecuentamos.
Cierto que los libros son la mejor compañía, pero también necesito la compañía de amigos.
Mi única hija vive muy lejos y la veo dos veces al año y disfruto inmensamente su compañía, la de mis dos nietos y la de mi muy querido yerno, pero y los amigos?

A mis amigos los quiero, pero como decía mi "amá": "Llegará el tiempo en que la mazorca se desgrane", ahora se ha desgranado por las circunstancias que la vida nos da.

Queda este medio de comunicación, pero no es lo mismo y duele más cuando las decenas de años se acumulan.

Tal vez algún día volveremos a reunirnos, mientras tanto seguiré mi camino con la ayuda de Dios, seguiré caminando aunque mi paso sea cansino, lento, pero continuo.

Ay, amigos, cómo los quiero!

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