UN CUARTITO DE HOTEL.
Un cuartito de hotel lindo y desconocido:
horizontes azules, focos emerilados,
en donde entramos juntos, absortos y turbados
por el fiero invencible que habíamos vencido.
El me besó en la boca, y le entregué rendido
el cuerpo frágil, dulce, de niño extenuado...
¡Oh, reposo indecible después de lo pasado!
¡Oh, delicia inefable después de lo sufrido!
...Yo no sentí rubor de mi carne desnuda.
Me ahogaba la dicha como una mano tuda
y el cristal de mis ojos se enturbiaba de llanto,
mientra él, de rodillas, con sus besos furtivos,
abrasaba el marfil de mis pies sensitivos
con la fiebre ardorosa de su boca de santo.
María Monvel (Chile)
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