Cumbres de nácar sobre tus muslos blancos... montañas de quietud sobre tus senos... y perlas en tus dientes soberanos... y feria de esperanza en tus besos.
No me robes, Señor, esos deleites, que con sangre y con música he comprado. Déjame, al menos, la verdad de creerme compasivo y piadoso, y hombre y santo. Déjame, al menos, la verdad de creerme compasivo y piadoso y hombre y santo.
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