Con las redes de mis ojos
quiero atrapar los peces de tus manos
y con la luz de tu mirada
iluminar la senda hacia ti.
¡Mírame y condúceme!
Llévame a tu intimidad de cristal,
a tu lecho de sueños solitarios.
Deja que mis manos te despierten
y mis besos te estremezcan,
con ese trémulo estremecer
que te haga sentir lo que eres:
¡Mujer!
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Nada más plácido y ardiente
que los celajes de la tarde.
Juntos recorrimos el día
y juntos entramos en la noche,
los años se borran
y las manos encuentran los recuerdos
al recorrernos mutuamente
nuestros cuerpos.
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