PAISAJE DULCE.
Ante el penar confuso de esta muda tristeza,
¡qué blando era el paisaje! Tus plácidos colores
le untaban a mis ojos bálsamos de belleza
que chorreaban miel en mis hondos dolores.
Su esmeralda, en el cielo copiaba el mar vecino,
piedra pura del anillo del horizonte;
a la brisa, arrullaba, grato, el redondo pino
una paz fuerte y rosa que ascendía del monte.
Una mano celeste modelaba la vida
con arena de amor, de bien y de ventura;
y cual lobo hecho oveja, temblorosa y perdida,
volvía por el campo balando mi amargura.
Juan Ramón Jiménez.
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