La tarde cae como la edad
cansada de luz y de trabajo.
El optimismo matutino cae rendido al mediodía,
luego se baña para recobrar bríos y proseguir
hasta la paz de la noche.
La noche, ¡qué hermosa es la noche!
Qué charlas, qué de comentarios del día,
qué de soluciones a los problemas cotidianos.
Algunas noches tienen la maravilla de ser tan elocuentes,
es cuando no hay nadie, sólo uno: yo.
Cuando callo es cuando más escucho,
el cerebro analiza y se hace prosaico;
pero cuando reflexiona activado por el corazón,
esa dualidad se convierte en magia que sublima
o que asesina.
La almohada, esa amante confidente que acaricia las sienes
y la mejilla para convencernos de ver la claridad
en esa oscuridad que los ojos no penetran.
¡Cuánta decepción! ¡Cuánta frustración!
¡Cuántas esperanzas! y cuántos planes utópicos...
como todo sueño.
Así veo a las personas: algunas, alegres mañanas;
otras, cálidos mediodías; aquéllas, frescos atardeceres
y, algunos, noches mentirosas, especialmente cando llega el sueño.
Noches que creen haber vivido el día
y no ven, por haber quedado encandilados de tanta luz,
luz que les impidió ver el transcurso de las horas.
En fin, me comprometo a sólo juzgar mis días y mis horas
y entregarme, como amante apasionado, a la cópula de la noche.
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Los tres tiempos del día círculo ligado
ResponderBorraríntimamente a los estados anímicos y por supuesto a la vida cotidiana