martes, 10 de noviembre de 2015

De: Sombra sin luz. (2001)

He transitado el mismo camino
tratando de hendir la reja de mi arado
en la fértil y virginal tierra de mi campo.

Mi voz regresa a mí como un eco: vacía;
rebota en los acantilados de cantera de la indiferencia.

Tal vez mi voz sea hueca,
las manceras de mi arado no saben guiar la reja,
manceras que yo llevo asidas.

Mi voz no tiene eco, dicen que ya no tiene
la vitalidad de la juventud
y las pocas líneas que he leído
no han servido de nada... tal vez leí las líneas equivocadas.

Si, debo reconocer que soy anacrónico y cursi.

Las verdes esmeraldas de mis antiguas esperanzas
han sido opacadas por la fuerza inexorable
de quienes las dejaron solas en el fondo
de mi viejo y ajado cofre de mi corazón.

Seguiré mi camino, seguiré cargando mis esperanzas,
continuaré asido a mi arado,
tal vez logre aprender a romper
la dura corteza de esos campos,
tal vez de que el fulgor de mis opacas esmeraldas
puedan despertar el deseo de esquivar
la mirada de la hipnótica pantalla
y esos virginales ojos violen la magnificencia
de las páginas de un libro.

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