Ese encuentro que siempre es fugaz.
Soy el que siempre espera,+
el que corta las rosas del tiempo,
para adornar con paciencia tu llegada.
Estás al alcance de mis ojos
y, a la vez en la lejanía del abrazo y el beso.
Me siento como víctima aprisionada en un cepo,
muriendo de sed teniendo el cántaro al alcance
y no poder tomarlo.
Por eso, tras la espera,
mis brazos te ciñen
y mis labios beben desesperadamente
de la fuente de tu boca,
por mucho que beban
saciar la sed que tango de ti.
Y tras el efímero encuentro,
de nuevo, el tormento de la espera;
pero vale la pena y el sacrificio,
a cambio de la dicha de otro abrazo,
otro beso la gloria de nuestra mutua entrega.
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