sábado, 10 de diciembre de 2016

Lo malo de no saber conjugar.

En un barrio de mala fama había una viejita con un tendajón y había en esa barriada un muchacho llamado Gregorio, pero todos lo conocían por su hipocorístico: "Goyo".
Goyo, cada vez que iba a la tienda le decía a la viejita:
-Ándele, anímese, vamos pa'l catre.
-Diantre de muchacho grosero -respondía la anciana y eso era todos los días y refelexionó: "Válgame, nunca creí que a esta edad un muchacho quisiera 'hacerlo' conmigo; hace tantos años que no lo hago, creo que voy a aceptar". Al día siguiente llega Goyo
-Órale, cuándo vamos pa'l catre?
-Diantre de muchacho -dijo la viejita, pero ya con un tono conciliador- Bueno, ándale pues, nomás cierra la puerta.
Goyo obedeció con gusto (degeneradón el chavo) y se metieron al cuarto; pero resulta que la naturaleza había sido muy pródiga con Goyo en lo que a su "cosita" se refiere (No era "cosita", era Cosota).
Al terminar la viejita ni se podía levantar el tal Goyo la había dejado como 'calcetín volteado'.
Pasan los días y le viejita fue recuperándose y en cierta ocasión entra un malandro con un cuchillo en la mano y le dice amenazadoramente:
-La 'lana' o la degollo.
-¡No! ¡No! Llévate el dinero, pero la de "Goyo" no!
(El maleante debió haberle dicho 'la degüello, no la degollo)

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