Sentado en la cima de un otero
mi vista se pierde en la lejanía
vislumbrando un horizonte azul y ondulado
que fueron las barreras naturales
del otrora enorme mar
que fecundó mi, ahora, árida región.
Vasta llanura salpicada de xerófitas
y ellas y yo nos hermanamos;
somos iguales
ambos tuvimos nuestro tiempo fecundo
y juntos hemos llegado a la aridez...
las fuentes de nuestras vidas se han secado.
Ahora sólo esperamos la esporádica lluvia
que haga retoñar los secos arbustos,
y en mí, los viejos recuerdos...
A pesar de todo seguimos vivos.
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Sube densa y lenta la niebla de la soledad.
La tristeza repta y la melancolía vuela;
el silencio lo envuelve todo
con la capa de la noche.
No tengo frío ni miedo
tú calientas amorosamente mi alma
con el luminoso sol de un beso.
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