jueves, 13 de agosto de 2015

Hoy la luna pendía...//Tírale a la luna.

Hoy la luna pendía de un cielo oscuro
y unas nubes, como mechones de lana sucia,
reflejaban su luz cremosa sobre la calle solitaria.

Caminé mucho tratando de llegar
 a donde tu ausencia termina.

Te amo,
un amor mayor que cualquier distancia,
más grande que cualquier tiempo de ausencia.

El tormento de no tenerte es un tormento dantesco,
pero la esperanza de tu regreso
me da fuerza para poder soportarlo.

Vendrás, lo sé, pero aún así sufro.

Tengo la certeza de que el ayer no existe,
así como la incertidumbre del mañana,
el supuesto de no verte de nuevo
me destroza el alma.

Necesito las esmeraldas de tu luz para guiarme;
la alegría de tu risa para vitalizar mi alma
y el calor de tus besos para derretir el hielo
que tu ausencia ha cristalizado en mi vida.

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Cuentan que hace muchos años, en Oriente, se iba a celebrar un concurso deportivo, para lo cual, uno de los participantes comenzó a fortalecer su brazo y para ello iba a la orilla de un río, tomaba una piedra y la lanzaba hacia el otro lado; la piedra caía en el agua, pero el chico no claudicó, siguió practicando todos los días en el mismo lugar, en un lugar en donde habitaba un anciano que diariamente lo observaba. La piedra que arrojaba cada vez estaba más cerca de la otra orilla, hasta que, finalmente, pudo lanzarla sin que tocara el agua y sonrió satisfecho. El anciano se le acercó y le preguntó: -Qué has estado haciendo? -Practico para un concurso deportivo. -Y crees que con lo que has estado haciendo vas a lograr ganar? -Por supuesto que sí-respondió el chico. -No, así no. Mira, tírale a la luna. -dijo el anciano, el joven lo vio dubitativo, pero al fin oriental, obedeció. Era uno de esos días en que la luna se ve en pleno día. El chico tomó una piedra y la lanzó hacia arriba sin mucho esfuerzo. -¡Más fuerte! -le estimuló el anciano. El joven obedeció y volvió  a arrojar la piedra. ¡Más fuerte! -le gritó el anciano. El chico se volvió hacia el anciano y le replicó: -¿No se da cuenta que nunca podré pegarle a la luna? -Eso ya lo sé, -le dijo el anciano- pero serás campeón. No tires a donde cualquiera puede llegar, siempre ve más allá... si quieres ser campeón.
A partir de entonces el joven siempre le tiró a la luna y siempre superó a los demás.

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