Siento que mi corazón es una enorme caverna en donde cuelgan los murciélagos de mis secretos, silenciosos, negros, aguardando la noche para salir y revolotear alrededor de mi memoria.
Quisiera que no fueran murciélagos, mejor que fueran mariposas o aves canoras, pero no, vuelan con sus capas negras llenando de agudos chillidos mis oídos.
Hace mucho esos recuerdos fueron aves de hermosos colores, fueron flores que corté en plenitud, fueron las horas doradas de mi juventud. Hoy las flores se han marchitado y las aves se tornaron en murciélagos que a la luz del día se esconden entre los resquicios de las agrietadas paredes de mi vida esperando que caiga la noche para salir a buscarme y a gritarme con estridencia burlona lo que soy: un murciélago igual que ellos, pero no me alimento de insectos, soy murciélago que sigue alimentándose del polen de las flores y del néctar de las frutas; si quieren devorarme, háganlo y podrán deleitarse con el dulce añejo de mis vivencias.
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