Caminé arrastrando una cadena
que ataba el logro de mis sueños.
Perdido entre la bruma espesa
de charcas de inmundicia llenas,
conel alma empobrecida y presa
de lóbregos fantasmas presa.
La muerte fue mi compañera
que paciente esperaba mi caída
y también le fallé en la postrera
agonía que acabara con mi vida.
Una luz brlló en el horizonte
de un futuro que creí perdido,
una luz de pureza incomparable
que dio luz a mi espíritu vencido,
y con un esfuerzo sobrehumano
me así a la poca vida que tenía
y salí poco a poco del pantano
en que caí por mi torpe cobardía.
Esa luz que iluminó mi locura
la puso Dios, para mi bien un día,
esa luz de amor y de ternura
son tus lindos ojos ¡hija mía!
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