sábado, 4 de abril de 2015

Como Dios manda.

COMO DIOS MANDA.
Manuel Benítez Carrasco.

Yo me casé por la iglesia,
me casé como Dios manda:
con un ramito de azahar
mustio sobre la solapa
santiguando los pecados
de un hombre que apunta ganas.
Ella vestida de blanco,
pureza certificada,
una alfombra hasta la puerta,
 órgano, misa, campanas
y un anillo de oro
con una fecha grabada.
Pero fue lo que Dios quiso...
por esas cosas que pasan
entre hombres y mujeres
que nadie puede explicarlas,
ella torció su camino
de la noche a la mañana,
no sé si fueron razones
o fue un cariño que abrasa,
pero a nadie le deseo
ese tormento que mata.
La duda entre ceja y ceja
como un cuchillo clavada
viendo irse de las manos
algo que se nos escapa.
Nunca le hice un reproche
ni le dije una palabra,
pero yo lo presentía
que el corazón nunca engaña
y un día nos separamos
y aquí la historia se acaba;
y solo con mi tristeza
y el derrumbe de mi casa
con un silencio de muerte
y puertas empestilladas.
Lo que pasó Dios lo sabe
que hay penas que no se acaban.
Y un día encontré a la otra...
¡la otra! esa palabra
que sin tener filo muerde
y sin ser cuchillo mata.
La otra, una mujer de la calle
con un corazón de oro
y una vergüenza en la cara,
un cariño recio y hondo
fuerte como una muralla:
trabajadora, sencilla, alegre,
risueña, casta,
una leona para defenderse
y una hormiga para la casa...
y a esa la llaman... ¡la otra!
como una espina que daña.
Y es la que sufre conmigo
y es la que seca mis lágrimas
y se funde en mi alegría
igual que el oro en la fragua.
Sí, yo me casé por la iglesia,
me casé como Dios manda,
ella vestida de blanco
¡pureza certificada!
La otra, ni se ha vestido de blanco
ni le han tocado campanas
ni le han prendido azahares
que a ella no le hacen falta
para ser pura y sencilla
como una fuente sellada.
Y aunque la llamen la otra
para mí es la mía ¡y basta!
Pero cuidado, que nadie la toque,
nadie diga una palabra
que pueda ofender su nombre,
que nadie intente humillarla
que me juego de hombre a hombre
y me mato cara cara
con quien sea y donde sea;
que si no tiene un anillo
con una fecha grabada,
yo le he regalado uno
con besos puros sin mancha
y la he vestido de novia
con rayos de luna clara...
Y aunque no sea mi señora
ni le han tocado campanas
ni le han prendido azahares,
¡Esa, la otra, me quiere como Dios manda!

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